viernes, 11 de julio de 2008

Los Profesionales


A contra mano del mundo, en la Argentina el rugby sigue siendo amateur. ¿Capricho dirigencial o falta de recursos para generar capitales? ¿El éxodo es la única salida?


El rugby posee características únicas que lo distinguen de los otros deportes. Se logra un fuerte compañerismo entre los jugadores de un mismo club, y se juega con mucha garra y por amor a la camiseta. La pasión por el rugby se debe también a que hay muchos clubes con tradición y que practican este deporte de forma seria y continuada. Además, los torneos tienen un alto grado de competencia y un excelente nivel.
Leonardo Lowry tiene 29 años y juega al rugby en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA) desde los cuatro. Comenzó a practicar este deporte por iniciativa de sus hermanos que, por ese entonces, ya jugaban en el club. Los lunes, martes y jueves, sale de la productora “Dalí” y se va directamente a entrenar junto con sus compañeros. “Los entrenamientos son duros – dijo – y hay que ir bajo todas las circunstancias aunque llueva o haga dos grados bajo cero. Es un sacrificio muy grande y siempre hay que estar."
Los aspectos positivos del rugby son la amistad y la unión que se genera con los colegas con los se comparte cada momento. Los que lo juegan se hacen muy fanáticos de este deporte. Por esta razón, los rugbiers dejan de lado otras cuestiones. Lowry explicó que varios de sus compañeros hasta abandonaron sus estudios o sus trabajos para poder contar con más tiempo para entrenar.
En los demás deportes amateurs no hay tanta pasión y dedicación de tiempo como ocurre con el rugby. “Debe ser por la escuela que tuvieron todos los jugadores en los clubes, en donde se les inculcó el respeto hacia el rival, y por la forma en que te enseñan que aquí uno tiene amigos y que se juega por la camiseta. Si uno no se sacrifica por el otro, no va a conseguir nada”, aclaró.
La vida de Maximiliano Marticorena siempre giró alrededor del rugby, deporte que jugó por más de 25 años. Sin embargo, lo tuvo que abandonar para poder crecer en su trabajo. Él fue el fisioterapeuta de Los Pumas durante el mundial que se disputó el año pasado en Francia, y además, es el kinesiólogo del seleccionado de Buenos Aires desde 2003 y del club Newman hace tres años. También trabajó en el ámbito del fútbol ya que fue el fisioterapeuta del Club Atlético Nueva Chicago durante tres temporadas. Afirmó que el rugby es mucho más formativo y más solidario que el fútbol. “Hay mucha amistad, uno puede empezar jugando desde los 5 años y por ahí hasta los 30 sigue teniendo los mismos compañeros. Eso en el fútbol no pasa. Un futbolista comienza su carrera en Platense. En la próxima temporada es transferido a River y después de un tiempo se va a Europa. Un mismo equipo te puede durar, como máximo, uno o dos años, más no”, aseguró.
Los rugbiers extranjeros siempre cuando se enfrentan al seleccionado argentino se quedan impresionados por la garra que tienen “Los Pumas”. Le pasó a John Barclay, el tercera línea de Escocia, quien dijo que “acá en la Argentina juegan con una pasión extrema.” Ante esta afirmación, Andrés “Perica” Courreges, añadió: “Los argentinos tienen una entrega total tanto física como mentalmente. No se hace el lesionado para no poder jugar. Todo lo contrario: está lesionado y quiere jugar igual. Hay varios que juegan todo el campeonato con los ligamentos cruzados lesionados. Continuamente están hipotecando su físico, lo que en un futuro les ocasiona muchos problemas. Tengo ex compañeros de rugby que ahora tienen terribles inconvenientes en las rodillas, los hombros o en la espalda.”
Courreges jugó en el plantel superior del CASI por más de 20 años y fue hoocker de “Los Pumas” desde 1979 hasta 1988. Actualmente se dedica a exportar jugadores a la comunidad europea. “Comenzó por llamados telefónicos de ex jugadores del seleccionado de Francia y que luego pasaron a ser entrenadores o dirigentes de un club y me decían que necesitaban a tal jugador, a tal otro”, agregó.
“Perica” comentó que cada vez más jóvenes van a jugar a Europa. Sin embargo, el ex puma dijo que el rugby argentino está lejos de profesionalizarse, ya que “es muy diferente a todo el rugby del mundo”. “Acá la pirámide la forman los clubes y si la Unión Argentina de Rugby (UAR) hace de este deporte profesional va en deterioro de las bases. Además, se hace muy difícil porque no hay dinero como para sostener a todos los clubes. En las ligas de Inglaterra y Francia cada vez más clubes chicos dejan de participar, producto de que el buen jugador en seguida comienza su etapa individualista y no colectiva. Los clubes argentinos tienen más jugadores que una institución profesional. Entonces, el profesionalismo levanta un nivel superlativo de la punta de la pirámide, pero disminuye la plataforma. Esa destrucción de la plataforma hace peligrar a muchos clubes”, expresó. El mismísimo Bernard Lapasset, presidente de la International Rugby Board (IRB), en su última visita al país, se quedó sorprendido por la infraestructura de los clubes argentinos.
"Hay mucha diferencia física entre un rugbier profesional y uno amateur. Un jugador del campeonato local entrena entre 250 y 300 horas por año. En cambio, un jugador profesional, entre 1200 y 1400 horas anuales. Un amateur trabaja, estudia y se tiene que ocupar de otras cosas, mientras que un profesional de lo único que debe preocparse es de entrenar y de jugar. Además, recibe casa, auto, viáticos y premios. Acá los jugadores se entrenan, luego de una larga jornada laboral, desde las 21:30 hasta las 12 de la noche, dependiendo del club”, indicó Courreges.
Lowry cree que en un futuro solamente un grupo de elite se va a dedicar al profesionalismo, porque si no “el rugby argentino desaparecería”. “Pero no así las bases. Inclusive a la IRB le interesa que la UAR mantenga esta estructura porque ven que brinda buenos resultados”, declaró.
El rugbier de GEBA se crió jugando de manera amateur y contó que lo pudo disfrutar mucho. “No me dedicaría al profesionalismo porque no me interesaría irme a jugar a otro club y con otra gente. Por ahí, si tuviera 10 años menos me hubiera encantado vivir del rugby y me hubiera roto el alma entrenando, dedicándole todo mi tiempo disponible”, narró. Siguiendo la misma línea, manifestó que “si un jugador es profesional, entrena por las mañanas todos los días y tiene la tarde libre para estar en su hogar. Sin embargo, no vive nada de lo lindo del rugby, que es justamente ese sacrificio que se hace por jugar.”
Lowry tiene amigos que tuvieron la posibilidad de irse a jugar a Italia y a España. Cada vez que habla con ellos le dicen que se mueren de ganas por volver al club. Y están viviendo del rugby que fue siempre un sueño para ellos. “Eso es así porque no es lo mismo jugar por la camiseta que por el dinero. Y Ojalá que en un futuro los más chicos no apunten sólo a jugar por el profesionalismo, si no que lo hagan por amor al deporte, que es lo más lindo que existe”, concluyó.